viernes, 9 de agosto de 2019

Lo que vendrá- M.R.Gianello







Lo que vendrá. 


Gris y fría era la mañana . Me encaminé a la casa de Dora imbuida de una sensación de soledad indescriptible. Después de todo, somos quince los integrantes de la vecinal, y pocos soñadores deseantes de matices en nuestras vidas egoístas y mediocres. Suena duro mejor es no escuchar, mostrarse inmutables ante el declive inexorable de la geografía barrial que suma autos abandonados y pastizales. El avance feroz de la legión de los individualistas la deja a una sin palabras, mirándose indefensa, sin salida. Avanzan sobre veredas, calles y espacios verdes. No todos son de la legión, los que pertenecen a ella miran profundo, transitan con el mentón erguido, fingiendo un poder que saben, no poseen.

Un habitante prevenido me avisa que el contenedor de la calle lateral lo han desplazado casi hasta la otra esquina.
- No quiero que el olor de la basura llegue hasta mi casa, si lo vuelven a poner ahí, lo voy a prender fuego había dicho como en broma Miguel, del segundo A.
Caminaba preguntándome si sería el tiempo, las políticas, o el destino aquello que destiñe el paisaje nuestro de cada día, sembrando decepción, apuñalando la sonrisa, porque los vecinos ya no ríen.
¿Quienes somos? Hace más de veinte años aterrizamos aquí y pudimos aunar esperanzas, materializar hechos, unir voluntades. 
Este parecía ser nuestro lugar en el mundo. 
¿Qué nos pasó? Dos jóvenes levantan la tapa del aparato que guarda nuestras miserias, retuercen el sentido de la vida., se acomodan como los animales adaptándose a nuestra urbanidad en ruinas .
Un perro añoso, medio enfermo, me observa con piedad. 

Dora, la Presidente recibía mi timbrazo con alegría, sus setenta y pico saben que hubieron tiempos de terror y de muerte, dice que admira mi fuerza,
- si nos cansamos perdemos le digo mirándola y abriendo grandes los ojos. Intercambiamos unas palabras, y le entrego una nota para el intendente.

Continúo mi camino rumbo a la carnicería, la misma de calle Echague y Ramírez. Me cruza la señora mayor de planta baja, Alcira .Se ha hecho un patio con rejas, césped y plantas en el espacio común, dando a la calle. Haciendo honor a la verdad, le quedó lindo, cómo gestiono la concreción del consorcio y ella desacuerda, no me saluda. Me resulta indiferente el hecho, uno no elige sus vecinos. 

Casi irreconocible por el sombrero de lana que llevaba debajo de la capucha de la campera, llegaba a La Providencia. 
El carnicero me miraba con insistencia. Reiteré el saludo, pensando que no me reconocía. El me seguía mirando.
Dijo:
 -hola-
Respiré aliviada. Sin bajar la mirada manifestó:
- Los otros días te olvidaste un corte de carne .
Recibí la afirmación sorprendida, dado que de ser así lo había borrado por completo de mi mente,
- ah, ¿sí? respondí
- mirá vos, vaya a saber en que pensaba- 
-bueno dijo él, ahora te lo voy a dar-
Tomó algo de lo que se exhibía en el mostrador y realizó un corte. 

Una semana o más habrían transcurrido de aquel detalle, que yo mandé a papelera de reciclaje y el a borrador. 
Consulté por unas milanesas de zapallo, me resultaban novedosas, pedí dos y otras dos de pollo, para probarlas le dije.
El hombre continuó la charla. 

-Te vi por la zona del Changomás caminando ¿puede ser? interrogaba mientras pesaba mi pedido. 
-seguramente si ,caminé por esa zona, le dije-:pero fue hace como una semana-
-sí, seguramente ,dijo él-
-Esto ya te lo cobré expresó, señalando su mostrador, no te lo había puesto en la bolsa ese día, te fuiste y quedó acá.

A los pocos minutos una señora ingresaba al local.
Hablamos del país, de las malas noticias, bromeamos un poco. 
-Pero no viste lo que pasó en calle Garay y Buenos Aires? comenta.
-¡No! que cosa le dije,
- Fue hace cómo tres meses, alguien se bajó con un hacha, para atacar a un motociclista que se defendió con el casco.
-Qué barbaridad, respondí, está muy sacada la gente. 

Sin embargo, a pesar de la temática poco alentadora de nuestra conversación, a partir de ese episodio, sencillo, el semblante me había cambiado por completo. Un hecho cotidiano y trivial resumía en un instante toda la profundidad de la existencia.
Sorprendida por su actitud, pagué la cuenta y me despedí. Caminaba hasta mi casa meditabunda.
¿Por qué me sorprende lo que ha hecho esta persona? ¿Acaso no es lo que haría cualquiera ?
¿ Por qué esto se convierte un comportamiento excepcional?

Recordé las preguntas de Kant , esas que resumen casi la vida entera, convirtiéndose en síntesis.
-¿Qué puedo conocer del mundo? 
-¿Qué puedo hacer con lo que conozco?
Y la más importante de todas, la tercera, la que parecía responder a mi pregunta,
-¿ Después de lo que he hecho, qué puedo esperar?

Actuar y confiar, lo que tiene que venir, eso es lo que vendrá.

María Rosa Gianello
Paraná. Entre Ríos -Argentina

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