domingo, 11 de agosto de 2019

Brujas: el vuelo del mal, por María Tausiet






Brujas: el vuelo del mal, por María Tausiet


Míticas y perseguidas, las brujas forman parte del imaginario colectivo del folclore europeo. Hijas de Selene, Hécate y Artemisa en la tradición griega, han sobrevolado las leyendas ligadas a los círculos de la muerte y el demonio. Sin embargo y como expone la historiadora María Tausiet, en la Edad Media serán asociadas a mujeres reales a las que se dará caza y torturará al atribuirlas fechorías inimaginables y relacionándolas con la herejía. La escéptica respuesta del inquisidor Alonso de Salazar y Frías a la caza de brujas y la racionalidad moderna de la Ilustración devolverán a las brujas a su estado fantasioso, como muestran los textos irónicos de Moratín y las pinturas de Goya.

Fascinantes, peligrosas, seductoras... las imágenes de hadas, brujas y sirenas pueblan la literatura y el arte desde la antigüedad hasta nuestros días. Las hadas se presentan como la encarnación de una belleza femenina mistérica y astral, ligada a las fuerzas de la naturaleza, por su parte las brujas son la imagen de mujeres reales que fueron culpabilizadas de hechicería y magia demoníaca con especial intensidad durante los siglos XIV a XVII y las sirenas son símbolo de tentación y objeto de seducción en sus diferentes formas, como mujer-pájaro y mujer-pez.

Identificadas con mujeres reales, apariciones espectrales o pertenecientes a sagas mitológicas, este ciclo evocará un recorrido antropológico, histórico y literario a través de estas proyecciones mágicas de la figura femenina.

María Tausiet


CICLOS DE CONFERENCIAS Hadas, brujas y sirenas (III)
Brujas: el vuelo del mal
Fecha: 16/02/2016

Las brujas, en un principio seres imaginarios asociados a figuras de la mitología pagana y a los espíritus de los muertos, terminaron por encarnarse en la Europa moderna en mujeres de carne y hueso a las que se acusó de los crímenes más abyectos, dando lugar a una persecución que acabó con la vida de muchas de ellas.

Era creencia común que, con la ayuda de ciertos ungüentos mágicos, podían volar a través de la oscuridad para reunirse con el demonio y provocar todo tipo de catástrofes, como la esterilidad de los campos, la infertilidad de las mujeres o la muerte de criaturas de corta edad.

La llamada "caza de brujas" se produjo principalmente en los siglos XVI y XVII.  A partir de la Ilustración, las clases cultas empezaron a mostrarse escépticas, pero una buena parte de la población continuó creyendo en supercherías, a caballo entre la magia y la religión, tal y como reflejaría el genial pintor Francisco de Goya con su característico espíritu crítico.

Bibliografía recomendada
Cardini, F., Magia, brujería y superstición en el Occidente medieval, Península: Barcelona, 1982.
Caro Baroja, J., Las brujas y su mundo, Alianza: Madrid, 2010.
Cohn, N., Los demonios familiares de Europa, Alianza: Madrid, 1981.
Eliade, M., El vuelo mágico, Siruela: Madrid, 1995.
Henningsen, G., El abogado de las brujas. Brujería vasca e Inquisición española, Alianza: Madrid, 2010.
Levack, B., La caza de brujas en la Europa moderna, Alianza: Madrid, 1995.
Tausiet, M., Ponzoña en los ojos. Brujería y superstición en Aragón en el siglo XVI, Turner: Madrid, 2004.


Fuente :
Canal de youtube: Fundación March

Un recuerdo Por María Moreno





Un recuerdo
Por María Moreno

Debía tener trece o catorce años. Mi madre solía llevarme por las noches a pasear por la Avenida Santa Fé . Si era temprano , la librería estaba aún abierta . A mi madre, poco lectora, le gustaba demostrar lo contrario . Sus valores no pasaban de Pearls Book y Mika Waltari que la persuadían de haberse introducido en la historia universal, El librero no sólo era un lector sino que lo parecía: usaba anteojos culo de botella, un mechón de pelo lacio caído sobre la frente y un aire angustiado que yo no sabía aún interpretar como sartriano. Mi sexualidad aún no se había despertado. Es decir: no me gustaba ningún sexo. Ni el propio ni el opuesto. En las fiestas jugaba con el perrito de la casa. No me masturbaba, la boca abierta ligeramente húmeda, la ausencia de pensamientos complicados, mi costumbre de pararme apoyando un pie sobre el empeine del otro, el cabello largo y sucio preocupaban a mi madre que se hartaba de mi respuesta a cualquier invitación a alguna forma de placer: “ la verdad es que me da lo mismo”. ¿Me daban lo mismo hombres y mujeres? Sí pero en signo negativo. Con crueldad mi madre decía que de los artículos no me correspondía “la” ni “él” sino “lo”. Sin embargo me gustaba el librero ¿en que sentido? Lo ignoro. Seguro que no quería ni tocarlo ni besarlo. Pero me atraían sus ojos celestes y, al mirarlo, mi labio inferior colgaba más que de costumbre.


Mi madre lo seducía –de eso estoy segura– mediante conversaciones que no recuerdo. Y a veces le compraba un libro para mí y que yo no había elegido. ¿algo de la colección Robin Hood? ¿Un Louise M. Alcott? En eso también era retrasada, todavía necesitaba el apoyo de las ilustraciones y encaraba cada libro buscándolas antes de empezar. Pero no leía casi nada: la llegada a casa de un flamante televisor Noblex, blanco y negro, cuyas perilla sonaban como un clic de máquina fotográfica y que fue eterno, me hipnotizaba durante horas y las series Anny Oklay, El hombre del rifle, Dr Kildare, La patrulla del camino miradas mientras comían papas fritas Boom , no pronosticaban para mí un futuro cultural como el que deseaba mi madre.

Un día ella se puso a revolver en la mesa de ofertas de la librería y eligió un libro de tapa colorida en el que se veía a una joven con un moño en la cabeza, botitas y un libro en la mano, sentada ante un pupitre. Se llamaba Claudina en la escuela. El título sin duda era el de una obra para jóvenes. Mi madre y el librero conversaron. Yo permanecía en babia. Carecía de todo interés por el libro. También por los otros que se ofrecían en las mesas o en los estantes. El librero parecía vacilar, no se o no recuerdo si describió su contenido, tal vez no lo había leído. Mi madre compró el libro.

“Me llamo Claudina , tengo quince años y vivo en Montigny en donde nací en 1884 y con toda posibilidad, no moriré aquí. ”, leí. Hasta entonces había desconocido esa franqueza, habituada a las descripciones alpinas que introducían a una historia de huérfanos a los dramones de los sin familia con un fondo de nieve y la compañía de animales amaestrados como el monito Lindo corazón y el cuervo Banjo. Me zambullí en la identificación aunque no ganara para sustos. ¿Guardar pastillas de menta en el estuche de un rosario como lo hacía la alumna llamada Luce? Módica pista para indicarme que no se trataba de un libro para jóvenes, a mí que sólo conocía la transgresión de Huckleberry Finn cuando se negaba a leer la Biblia y fumaba una pipa de pasto de espaldas a la viuda Douglas.

¿Qué alumna se dirigía a su maestra con la insolencia de Claudina? ¿En que escuela una se abrazaba violentamente con las maestras y reclama una exclusividad apremiante y entonces las clases se abandonaban por abrazos y arrullos? La directora, la Srita Sergente, tenía una asistente llamada Aimée Lanthenay a la que amaba “como un hombre a una mujer”. A Claudina le gustaba la tal Aimée y le exigió clases particulares de inglés. Pero en las clase ni alumna ni profesora hacían nada salvo mimarse. Entonces la Srita Sergent las suspendió furiosa. Claro que yo no me desayunaba con el sentido de la exigencia de Claudina a la Srita Sergent de que le devolviera a su Aimé y menos que esa familiaridad en el trato se aceptara por temor a una denuncia (¡lesbianismo en la conducción de una escuela!) . El dr Dutertre, el inspector cantonal, era un abusador de niñas recién menstruantes que les leía los cuadernos tomándolas por la cintura y enrulándoles los rizos y, con suerte, les arrancaba un beso en la boca. En los libros de la colección Robin Hood los besos se daban en la frente y provenían de padres o abuelos, no como en Claudina en la escuela si yo tenía como sumun del pecado el besarse acostados aún entre vírgenes, del beso de la Srita Sergent y su Aimée, una sentada en la falda de la otra en un sillón, nunca se me olvidó.

Yo no sabía lo que Claudina que revisaba con audacia las palanganas de los baños compartidos para comprobar el polvo en la de la Srita Aimée , lo que probaba que no cumplía con sus noches de celadora en los dormitorios y dormía junto a su directora con la que no evitaba cuchichiar en público ni apartarse abrazándola en las narices de esas alumnas que se reían sin inocencia.

Claudina era ya experta en lo que excitaba al macho , coqueteaba con su ropa discreta pero astuta siempre ajustada en el talle y parecía no sufrir por amor sino por un deseo carnal que yo no sabía nombrar . Comencé a leer sin parar, volviendo sobre los párrafos que, sin embargo no narraban nada explícito. La flaca Inés chupaba la tinta de los lápices, su goma de borrar, y los carboncillos y yo que solía mascar frenética la brea de las terrazas y las servilletas de papel luego de enrollarlas y me chupaba el cabello hasta que me daban arcadas, debía contentarme con esas enumeraciones golosas que evocaban el placer de la succión, del tacto y del olfato sin que la palabra sexo se me formara en el pensamiento.

Mi madre se sorprendió agradablemente. Luego debió sospechar algo. Tomó el libro a mis espaldas. No le cabía culparme. Tampoco lo calificó moralmente. Lo devolvió luego de algún aviso ambiguo.


Extrañé a la gata Fanchete que dormía en un estante vaciado por el diccionario Larrouse y a quien Claudina mordía las orejas, la maldad de levantarse de un asiento que se equilibra del lado opuesto con el peso de otra alumna, los pretextos para ir a espiar a los dormitorios durante el día las huellas de la carne entre las sábanas de la directora.

Yo guardaba el dinero de un regalo, me dejaban ya tomar el tranvía, pasear sola por la tarde. Fui a la librería y después de muchos rodeos, roja como un tomate, pedí el libro. El librero de ojos azules me explicó que no podía ir contra mi madre, que no estaba autorizado a dármelo. ¿me ofreció otro a cambio? No gracias. Pasiva, incapaz de rebelarme, de luchar, volví a mis series de televisión con una bolsa de papas fritas en la mano. Me había quedado , sin embargo, el deseo de que alguna vez se me definiera con una palabra deslumbrante: “viciosa”.  

María Moreno

Fuente: Texto reproducido en contratapa de Diario Página 12 -Argentina
11/08/2019
www.pagina12.com.ar/211444-un-recuerdo

Ósip Mandelstam -poemas





Vivimos sin sentir el país a nuestros pies,
nuestras palabras no se escuchan a diez pasos.
La más breve de las pláticas
gravita, quejosa, al montañés del Kremlin.
Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos,
y sus palabras como pesados martillos, certeras.
Sus bigotes de cucaracha parecen reír
y relumbran las cañas de sus botas.
Entre una chusma de caciques de cuello extrafino
él juega con los favores de estas cuasipersonas.
Uno silba, otro maúlla, aquel gime, el otro llora;
solo él campea tonante y los tutea.
Como herraduras forja un decreto tras otro:
a uno al bajo vientre, al otro en la frente, al tercero en la ceja, al cuarto en el ojo.
Toda ejecución es para él un festejo
que alegra su amplio pecho de oseta.

Ósip Mandelstam




Ósip Emílievich Mandelshtám nació en Varsovia, Imperio ruso, el 15 de enero de 1891.
Poeta ruso de origen judío-polaco y miembro de la corriente acmeísta, una derivación del simbolismo ruso que reaccionaba contra él. Con el tiempo evolucionó hacia posiciones individuales, como la síntesis del simbolismo, el futurismo y el acmeísmo.

Tras escribir el poema anterior contra Stalin, fue desterrado a los Urales donde fracasó en un intento de suicidio, después de pasar varios años en Voronezh, en los que continuó escribiendo, aunque en condiciones muy difíciles, volvió, siendo de nuevo arrestado en 1938, condenado a cinco años de trabajos forzados en un campo de Vladivostok, donde murió el 27 de diciembre de 1938.
Su nombre estuvo prohibido en la Unión Soviética durante 20 años.


Nadiezhda Mandelstam: Contra toda esperanza. Memorias




Nadiezhda Mandelstam: Contra toda esperanza. Memorias





  



Nadiezhda Mandelstam (1899-1980) viuda de Ósip Mandelstam (1891-1938), poeta acmeísta ruso víctima de la locura represiva que atravesó la Unión Soviética durante los años del mandato de Stalin, es la autora de este monumental y terrible libro de memorias, escrito cuando Mandelstam contaba con 65 años de edad y carecía de experiencia previa en la escritura.

Joseph Brodsky en el prólogo dice :"estas memoria no son otra cosa que "la visión de la Historia a la luz de la conciencia y la cultura". Para mi, "Contra toda esperanza"es un magnífico y lúcido testimonio de una época oscura y dolorosa, un aullido contra el terror y el silencio en el que la memoria actúa como sustituto del amor, el cual llevó a Nadiezhda a consagrar su vida a la recuperación y mantenimiento de la obra y memoria de Ósip, tanto en la época "estaliniana" como en la posterior al XX Congreso.

"Contra toda esperanza" se divide en tres partes.
La primera se centra, fundamentalmente, en las detenciones y persecuciones contra Ósip Mandelstam y todo lo que estas conllevaron: destierro, miseria, muerte, etc. 

La segunda abarca el aspecto "literario",todo lo relacionado con la obra de Ósip: teoría, práctica, intentos de publicar, sus problemas con la "nomenklatura" cultural, etc. 

La tercera abarca el aspecto "sociológico", en el que Nadiezhda trata de comprender los mecanismos que llevaron a la sociedad soviética de la época a convertirse en una sociedad enferma capaz de destruir física y moralmente a buena parte de sus miembros y en la que la desconfianza y las suspicacias de todos hacia todos llegaron a límites demenciales.

Pero no son independientes. No se pueden entender una sin los otra.Incluso el más literario, el que habla de los dos períodos en la obra de Ósip Mandelstam, de su método de trabajo, etc, es necesario para comprender el contexto.

No se puede entender la persecución de Ósip Mandelstam sin conocer que la tendencia fundamental de su vida y obra fue la lucha por la dignidad social del poeta, por su derecho a la voz y su postura en la vida, que para el la cultura actuaba como regidora del proceso histórico y su estructura y que, pese a reconocer la sociedad como forma de organización superior, lo importante era el papel del individuo (del poeta, de la poesía) en la sociedad.

Ósip Mandelstam se trataba de un hombre en permanente contradicción con un tiempo en el que una de las principales obsesiones del poder era educar y tutelar la mente. Y resulta muy complicado entender los pensamientos suicidas y los vagabundeos de los Mandelstam en busca de trabajo, dinero, comida o simplemente compañía si no somos capaces de hacernos una idea acerca del clima de terror mortal, de miedo a las delaciones, de soledad que rodeaba a los perseguidos.

Es imposible, así mismo, comprender  el efecto narcotizante de la cotidianeidad frente al terror, ese "Renuncia a la esperanza, espera la muerte y no pierdas la dignidad humana", la vida como espera constante de la muerte o la completa indiferencia hacia el futuro y el pasado sin conocer que la época estaba regida por un implacable "Dadnos al hombre que la acusación ya la encontraremos", por la desmitificación de valores, la voluntad de subordinación y la unanimidad de criterios. 

"Contra toda esperanza" no es un ajuste de cuentas contra la sociedad soviética. Obviamente, hay abiertas críticas a la "intelectualidad" del momento, como cuando dice que "...en todas partes se sintió más a gusto que en compañía de la flor y nata de la intelectualidad soviética", cuando les reprocha a sus coetáneos sumar a la impotencia la "comodidad" de no incomodar al poder o cuando habla de buitres capaces de delatar a quien fuera para conseguir prebendas de todo tipo. Pero también hay mucho de autocrítica, ya sea por el silencio o por la aprobación, por actuar como ovejas que se dejaban matar o por ser respetuosos ayudantes de los verdugos para no pasar a formar parte de las filas de ovejas, por ser incapaces de mostrar un mínimo de resistencia pasiva frente al terror...

Las más de 600 páginas de "Contra toda esperanza" son, al mismo tiempo, un mensaje nostálgico y optimista: nostalgia de la cultura universal y optimismo en un futuro en el que los terroríficos errores del pasado no puedan volver a repetirse. 


Texto basado en un comentario en el Blog: 


El poeta, narrador y traductor ruso de origen judío-polaco Ósip Mandelstam estudió en San Petersburgo, París y Heidelberg y mantuvo estrecha relación con importantes escritores como Pasternak, Ajmátova y Bulgákov. 

Tamara Djermanovic, profesora de estética y literaturas eslavas en la Universidad Pompeu Fabra, aborda la vida y obra de este escritor que plasmó en su escritura la injusticia y tragedia de la represión estalinista. Como declaró su viuda Nadiezhda en el libro de memorias Contra toda esperanza: “La característica principal e inmutable de la historia rusa es que tanto para el guerrero como para el que no lo es, cualquier camino supone una amenaza para su vida”.

Conferencia del ciclo “Poesía y revolución”

Ósip Mandelstam: contra toda esperanza, por Tamara Djermanovic




Comentarios

Ese hombre de Patricia Delaloye

  Ese hombre    Los sábados, cuando viví un año en Nueva Escocia iba hasta el río a recolectar ágatas. Lo hacía, sola, a veces caminando des...