Otras Escrituras

Christian Schloe-El poeta 


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 Jean Cocteau
Carta firmada a mano a Gabrielle Chanel con dibujo de un perfil de cara-Navidad 1957




Universo indolente  por María Rosa Gianello
Pensálo bien antes de dar ese paso, que quizá mañana acaso, no puedas retroceder, tarareando jocosa a modo tanguero apuntaba  Zulma  a  Graciela. Contorneando  el cuerpo , moviendo los brazos mientras cambiaba la yerba, Zulmita para los vecinos, trataba de disipar el apremio de su vecina por construir el cuarto de arriba de su casa en tiempos de desbarajustes económicos.

Zulma era de esas mujeres que se permitía disfrutar de las mañanas sin horarios. Levantarse sin ruidos de despertador, aprontar el mate, regar las plantas, encender  la computadora, leer algunos diarios y entrar a las redes. Envenenada con el partido gobernante, cada vez que podía  escribía unos insultos solo reuniendo las mayúsculas de cada palabra, letras que repetidas asestaban  los ojos de cualquier desprevenido navegante virtual. Lo escribía sin cesar, con furia, reiterando la hilera de consonantes  mientras conocía personas en distintos sitios,  mujeres, hombres, sólo para distraerse, matar el tiempo decía.

Conectada con sus hijas que vivían en Córdoba, la red permitía el diálogo diario y el  seguimiento de las materias aprobadas en la Facultad. Toda madre debe vigilar de cerca este aspecto, en especial si los padres  son los que sostienen el estudio, afirmaba. Sara, la mayor cumplía sus expectativas. Lorena en cambio, siempre tenía problemas, aún adeudaba espacios de primer año, quedaba libre y cada tanto se le ocurría cambiar de especialidad. Las chicas sumaban al esfuerzo de su madre la venta de  artesanías tejidas. Venían poco a Pueblo  Brugo, una comunidad bella en su geografía,  pequeña, turística y tranquila.

Zulma en actitud calculadora y precavida,  respondía con un "otra vuelta, estoy cuidando el peso", cada vez que alguna amiga la invitaba a salir, las actividades sociales no eran afines a sus gustos, le generaba pesar estar con muchas personas, en especial si no las  conocía bien.

Aún admitiendo  que podía serle  beneficioso, no quería tomar responsabilidades laborales, su profesión le posibilitaba tener alumnos particulares. Estudió Literatura,  pero  la docencia había representando para ella una elección rápida en un momento en el que viviendo en un pueblo entrerriano del interior no había otras opciones, a principios de los ochenta.

Ahora a los cincuenta y pico, jubilada, presumía haber  hecho mucho,  prefería el ocio a practicar una vida insípida y ordinaria guiando jóvenes a repetir como loros lo que enseñaban otros. Después de todo, ellos, esos profesores, tampoco parecían  complacidos con una tarea rutinaria, aburrida y adormecedora de conciencias, arriesgaba confiada en círculos íntimos.

Su preocupación era ocuparse de la casa, que no se le venga abajo y lograr bajar esos kilos de más. Comenzó a frecuentar la ALCO .Trataba de zafar de la presión de su madre. Para aguantarla esta ese hermano, para eso vive con ella, sentenciaba.

Graciela se fue más relajada ese día después de matear,  así que cerca de las  once de la mañana vació el termo y el mate, se cambió de ropa y fue a comprar un nuevo depósito para el baño. No podía seguir postergando la reposición, buscaría el más barato. La economía hogareña casi moribunda  asestaba  los bolsillos de los argentinos. No me sobra  el dinero versaba Zulma casi a modo de Padre Nuestro, como una plegaria, como si eso le reportara bienestar y seguridad.

El vendedor la fue aconsejando -¿ya que renueva el depósito señora no le convendría también  llevarse otro inodoro que haga juego ? 
A Zulma le pareció sensata la sugerencia. El de ella tenía como veinticinco  años y una rajadura. Preguntó si se podía adquirir todo con tarjeta. 
-Es jueves, dijo el vendedor .Puede hacerlo con el "Plan Ahora Doce", en cuotas sin interés, le queda el mismo precio. 
Concretaron la operación.

Levantando sus brazos calzó sus anteojos oscuros resuelta a regresar  a su casa, el sol decoloraba esas  vaquitas de San Antonio paseando por  su vestido de lino, aquel sombrero de paja beige apenas hacía frente a la temperie. Acostumbrada a vivir sola, divorciada del padre de sus hijas y sosteniendo a duras penas una relación con su poderosa  madre, la  casa era amparo y cobijo, su lugar en el mundo.

Dos hermanos la mantenían al tanto de las necesidades de la familia de origen. Aunque ayudara a sus hijas, no toleraba a su progenitora, por lo cual las relaciones se limitaban a visitas esporádicas  a la anciana.

El andar cansino y el mentón en alto enfrentaron  a Zulma con  un cartel que decía - oferta por hoy- mallas enterizas ochocientos pesos todos los  talles. Sospechando que se trataba de piezas estampadas o de esos colores que casi nadie prefiere cruzó la apacible calle empedrada mientras crujía el canto de los pájaros en la arboleda. Entró al negocio.  Dispuestas en dos grandes canastos de fino mimbre, eligió una color negro con un detalle en blanco y rojo en los breteles.
- Esa sale mil pesos- dijo la empleada- ¿no estaban todas a ochocientos  pesos ? exclamó Zulma- Sí, pero esa es Sirena, dijo la chica. Compró la malla.

Minutos después se cruzó con Dorita, -¿ viste que a Paraná traen  "Los puentes de Madison? , ¡dale vamos!-exclamaba 
-Ay no sé dijo Zulma- ¡actúan Araceli Peirano y Pedro  Marnal !- 
-A ella no la soporto, acotó Zulma, ¿cuanto sale la entrada? interrogó- 
-Cuatrocientos ochenta  respondió Dorita- 
-Bueno, te aviso dijo ella, porque estoy haciendo unos arreglitos en casa y tengo que ver cuanto me cobra el albañil.

Aníbal cambió los sanitarios en un santiamén 
-¿Que va a hacer con esto señora?- preguntó el hombre. 
-No sé dijo ella, ya veré de darlos a alguien que le pueda hacer falta, -dejálos ahí en el pasillo de la entrada por favor- ordenó, mientras caminaba a su  cuarto a buscar el dinero para pagarle. 
Anibal cobró y se fue.

Ese mismo día Zulma fue al supermercado Schonfeld porque era la fecha que ponían ofertas y  estaba necesitando yerba, fideos de arroz, tomate,  algunos elementos de limpieza, y unos vinos. Tomó el carrito y salió. Mientras caminaba Nora le mandaba un mensaje 
-¿ Hola como estas? ¿ nos juntamos hoy? 
-Dale, respondió, cerca de las siete y media ya voy a estar en casa. 
-Bueno, dijo Nora, -llevo un vino blanco dulce. 

Zulma ingresó al supermercado y vio a Mariela reponiendo la mercadería en los estantes. Saludándola  le dijo:

-¿Escucháme, nena, vos no sos la cajera? 

Mariela estirando sus labios rosa y haciendo centellear dos ojos verdes mientras se rascaba un brazo lleno de tatuajes-  le respondía -sí, pero acá tenemos que hacer de todo, cuando no hay clientes hacemos otras cosas. Ya en la góndola de las verduras y con la celeridad de un lince Zulma  vio a  Eduardo, hizo girar el carrito hacia la izquierda y observándolo con el  rabillo del ojo lo saludó de manera distraída. "Este loquito, no vaya a ser que me invite otra vez a esas degustaciones donde cobra todo carísimo  y además, va toda esa gente amiga de él que no tolero".pensó. No le gustaban los supermercados, así que irritada por la pequeñez de los espacios buscó salir rápido de allí.

Al llegar a la caja, con gesto amable le requerían :-¿no tendrías la tarjeta Schonfeld para prestarle al Señor?- 
La dulzura de la joven Mariela calmaba la impaciencia de  Zulma, el nombrado  era un sujeto que andaba con el casco puesto recorriendo el interior del negocio encimándole cuatro botellas de cerveza y unas galletitas casi en modo "te empujo porque estoy apurado"  mientras ella aún no había empezado a pasar por la cinta sus artículos. Con pocas ganas y algunos gestos de desaprobación Zulma buscó su tarjeta y se la entregó a la empleada. El señor cargó las botellas y las galletitas con un  gesto de estar en su mundo y se fue.

-No conoce la palabra gracias éste-rumió Zulma. Pagada su cuenta y cargando las cosas en el changuito, la cajera sonriente  reiteró el  pedido de  la tarjeta de descuento para dos señoras que llevaban dos packs de cerveza, dos bananas, galletitas y tres latitas de pate de foie. Zulma sonrió haciendo una mueca con su mejilla derecha y volvió a entregarla. Las señoras se fueron. Zulma se despidió de la cajera  entre culposa y enchinchada.
 - Qué gente esta- 
Mariela  con la cabeza en alto, los ojos vivaces y las manos ocupadas le comentó:
- Y nosotras, ¿entonces? tenemos que tener mucha paciencia. 

Ya en la calle, divisó a las mismas señoras  activar la alarma de  un auto de alta gama, -claro-comen pate de foie  y andan en un súper auto molestando a los otros- Así estamos en este país.

Ahora en su casa encendía  la computadora, acomodaba la mercadería en las alacenas y resolvía darse un baño. Envuelta en su toalla rosa, perfumada y en pantuflas , tomaba una copa verde heredada de su bisabuela, servía  vino y llevándosela a  la mesa de la PC , elegía el color rojo reiterando en la red las seis consonantes en  mayúsculas que insultaban al gobierno de turno. Una amiga virtual escribía" cuidáte, te va a  dar un infarto", ella respondió con una grosería, la sublevaba que quisieran ponerle límites a su expresividad.

La casa estaba  impecable, el baño casi nuevo, la noche apacible.

Eran las nueve. Nora se acercaba en  bicicleta, faltaban  unos pocos metros, en el canasto traía vino blanco dulce y dos turrones. Divisó un bulto claro en el césped lindero a la vereda. Pensó en una maceta, en algún mueble de descarte que pudiera haber dejado allí algún vecino. Ya en la puerta  tocaba el timbre. Identificaba a su derecha por fin al inodoro y la inscripción "se vende".

María Rosa Gianello

María Rosa Gianello   (hacer clic en nombre para ir a enlace)
Enlace a su bio y otros relatos

Taller de escritura Patas de Cabra
www.patasdecabra.com.ar

(clic en dirección web)



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