viernes, 3 de mayo de 2024

Ese hombre de Patricia Delaloye

 


Ese hombre  

Los sábados, cuando viví un año en Nueva Escocia iba hasta el río a recolectar ágatas. Lo hacía, sola, a veces caminando desde mi casa por el boulevard Güemes y luego bajaba por la calle de Los Tilos; otras, recorría el camino en bicicleta, pedaleando por Artigas hasta el Parque Quirós. Después, bicicleta en mano, me arrimaba a pie sobre la arena hasta la costa con mis bártulos. En ese trayecto de ida, tenía el presentimiento de que me encontraría con aquel pescador, sentado al costado del muelle, como inexorablemente ocurría.

En verano prefería ir a la mañana temprano, pues no había personas en la playa; en invierno, elegía la siesta, cuando el sol era más cálido. Aquel hombre siempre estaba allí. Tanto en otoño como en primavera aquel pescador permanecía en la costa como una estatua viviente. Sentado, en una silla pescadora, petisa, en la posición justa para observar su caña apoyada en el haragán; cada tanto se levantaba a fijarse si no se había enredado el hilo o su aparejo había picado algo. Jamás pude constatar que pescara alguna pieza.

Yo me ubicaba a unos metros porque allí donde están las piedras coloradas, grandes como unas cuevas, solía hallar piedras muy raras y difíciles de encontrar en otros sitios.

Nunca le vi el rostro, pero se notaba que era un hombre de unos cincuenta años o más. Lo deducía por la ropa y su barba encanecida. Vaquero desgastado, calzaba unos botines militares acordonados, una camisa leñadora y un sombrero estilo panamá amarillento. Una mochila de lona, la silla y la caja de pesca conformaban su equipo. La escena se cumplía como una ceremonia, cuando yo llegaba, él ya se encontraba apostado a uno o dos metros de la orilla del río y nunca se iba antes de que yo emprendiera el camino de vuelta.

Al regresar a mi casa, en el taller que había acondicionado en el quincho, me costaba sacarme la imagen de ese hombre a quien yo había visto en otro lugar, en otro tiempo.

Lo tenía grabado en mi memoria. Estaba segura de que varias veces había visto a esa persona. Tal vez no pescaba. Haciendo otras actividades. Tenía imágenes de haberlo cruzado en bicicleta por el cementerio cuando iba a llevarle flores a mi abuela. También estuvo en dos o tres ocasiones haciendo trámites en el juzgado de Paz. Claro, no usaba ese sombrero, sin embargo, la ropa era la misma. Para distraerme y eliminar aquel espectro prendía la radio FM en el viejo reproductor de música en la que sonaba la misma emisora. Mientras, intentaba concentrarme en lavar las piedras, bajo el agua de la canilla, debía enjuagarlas hasta cinco veces, como si fuera a limpiar de mi cabeza aquella visión, Me imponía analizar mis hallazgos, y clasificarlos por tamaño y color, aunque me sintiera cansada. Poco a poco, se borraba el cuadro del pescador.

Mi vida continuaba entre las artesanías en piedra. Había empezado a incursionar con engarces en alambre, Entre las plantas, las lecturas, ver alguna película de culto a la noche, beber una cerveza negra helada, transcurrían aquellos días memorables. Esto me complacía bastante. 

No me perdía cada viernes, las tertulias literarias cuyos debates entre copa y copa se iban hasta la madrugada. Había encontrado el modo casi perfecto de vida que deseaba. Con pocas amistades, un par de exposiciones en algunas muestras de la zona me sentía plena. Un sencillo estilo de vida que ansié tanto y ahora lo disfrutaba. Excepto por ese hombre, el pescador del muelle, que perturbaba mi existencia.

Enfrente de mi casa hay una carnicería y una mañana, al correr las cortinas de las ventanas, lo vi salir con la misma ropa, su mochila y subirse a una moto medio destartalada. Sentí un frío helado por mi columna, se erizó la piel de mis brazos.

¡Por qué ese hombre vendría justo delante de mi casa a comprar carne, o quizá algo de carnada, vísceras de pollo o hígado para los peces! ¡No había otra en una ciudad donde hay tantas carnicerías! Ese mediodía no pude almorzar, bebí un jugo de naranja y comí unas galletas de cereales con queso.

Un domingo recibí la invitación a leer unos poemas en el Bar del puerto “Capítulo Final”. La cita era a las 21 hs. Repasé la lectura un par de veces y llegué puntual, algo infrecuente en mí. Pedí cerveza negra helada y unas papas rancheras. El dueño, también coleccionista de piedras, me llamaría por micrófono para leer mis textos. El clima era bohemio, luz tenue, paredes con grafitis, un sector con pinturas ribereñas, en el estante de un mueble, barcos dentro de botellas, fotos antiguas de estibadores y carros con bolsas de harina, irradiaban un ambiente especial para la poesía.

De pronto me percaté de que, en una esquina junto a un tonel de madera, en una de las mesas fumaba y bebía un vaso de wisky aquel pescador. Con su sombrero y la caja de pesca sobre el piso, Por el micrófono Gary, mi amigo, el dueño, dio inicio a la ronda de lecturas. Fue breve, sin mucho alarde, Sonó un saxofón suavemente. Y aquel hombre se levantó cuando oyó su nombre: Tomás Fisher. Se acercó al micrófono y comenzó a leer el poema. Con una voz carrasposa de tabaco y alcohol dijo:

Nunca hay suicidios entre la gente del barrio que uno conoce  

al menos no suicidios exitosos.  

Un muchacho chino se suicida y muere.  

(Siguen dejando su correo en su buzón en el Dome)  

Un muchacho noruego se suicida y muere.  

(Nadie sabe a dónde ha ido el otro muchacho noruego)  

Descubren a una modelo muerta  

sola en su cama y bien muerta  

(causó problemas casi insoportables al conserje).  

Dulce aceite, clara de huevos, mostaza y agua, espuma de jabón  

y lavados de estómago salvan a la gente que uno conoce.  

Cada tarde uno se los encuentra en la cafetería. E.H

Aplaudí entusiasmada

Tomás sacó una pistola del bolsillo de su chaqueta y se disparó certeramente a la sien.


Patricia Delaloye 

Paraná 2024


miércoles, 1 de mayo de 2024

JOSÉ DONOSO biografía .Sus textos



Leer online La coronacion de José Donoso  aquí : 

https://drive.google.com/file/d/1moEpWRgD1umDxPm38nPyVvmLkkcsOSBP/view




Entrevista 

OSÉ DONOSO A FONDO - EDICIÓN COMPLETA y RESTAURADA

EDITRAMA




Entrevista al escritor chileno José Donoso en el programa Off the Record, conducido por Fernando Villagrán. 




"Una señora" de José Donoso - por Quique Pesoa

Mil cuentos - Audiocuentos






"Una señora", de José Donoso. 🎧Ficción Sonora🎧 Audiolibro

Hojas de Otoño



Cuentos de Rodo N 957 - "Una Señora" de José Donoso



#44 José Donoso, Una señora





"Una señora" (José Donoso)

La Página Infinita





JOSÉ DONOSO A FONDO - EDICIÓN COMPLETA y RESTAURADA



sábado, 20 de abril de 2024

La invención de Ramón, de José Donoso

 



Descripción de La invención de Ramón, de José Donoso


José Manuel Donoso Yáñez (Santiago, 5 de octubre de 1924 - Ib., 7 de diciembre de 1996), más conocido como José Donoso, fue un escritor, profesor y periodista chileno. Formó parte del llamado «boom latinoamericano» de las décadas de 1960 y de 1970.
Entre 1950 y 1951, la revista de Princeton, MSS, publicó sus dos primeros cuentos en lengua inglesa: «The blue woman» y «The poisoned pastries». Viajó a México y a Centroamérica en 1951; luego regresó a Chile y en 1954 comenzó a enseñar inglés en el Pedagógico de la Universidad Católica y en el Kent School.

Su primer libro —Veraneo y otros cuentos— apareció en 1955 y con él ganó el Premio Municipal de Santiago al año siguiente. Mientras vivía con una familia de pescadores en Isla Negra, publicó su primera novela, Coronación (1957), en la que describió la clase alta santiaguina y su decadencia. Ocho años más tarde, se publicó por primera vez en los Estados Unidos por Alfred A. Knopf y en Inglaterra por The Bodley Head.
Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1990 y la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral en el grado de Gran Oficial en 1994.

Continuó publicando algunos libros, aunque ellos no obtuvieron la misma repercusión de obras anteriores: las novelas breves Taratuta/Naturaleza muerta con cachimba (1990) y Donde van a morir los elefantes (1995), y las memorias Conjeturas sobre la memoria de mi tribu (1996).

El 7 de diciembre de 1996 murió en su casa de la capital chilena. En su lecho de muerte, según se dice, pidió que le leyeran poemas de Altazor de Vicente Huidobro. Sus restos fueron inhumados en el cementerio de Zapallar. Su viuda, María Pilar Donoso, murió en Santiago en febrero de 1997.

Póstumamente aparecieron El Mocho (1997) y Lagartija sin cola (2007) —esta última inconclusa y originalmente llamada La cola de la lagartija, pero cuyo título fue modificado por la editorial—.

En 2010 se publicó una suerte de biografía —Correr el tupido velo, Premio Altazor 2011 de ensayo—, obra maestra de su hija adoptiva española, Pilar Donoso (1967-2011). En este libro, valiosísimo por mostrar el «laboratorio creativo» del escritor, se incluyeron muchos extractos de los diarios personales de Donoso y de su mujer, y se revelaron también la homosexualidad, la paranoia, el egocentrismo y los constantes e incurables problemas económicos del escritor, el alcoholismo y la adicción a los antidepresivos de su esposa, y la tormentosa relación y convivencia auto y alterdestructiva entre los tres. Su hija Pilar se suicidó con fármacos a mediados de noviembre de 2011.

Solamente tras su muerte y la publicación de su obra epistolar personal, a comienzos del siglo XXI, se pudo comprobar su compleja homosexualidad, que históricamente había sido un tema tabú en el medio social y literario chilenos, aunque siempre fue un secreto a voces. Donoso, en sus cartas y en su diario, expresa el dolor de no poder vivir de modo armónico sus relaciones personales.

AUDIO POEMAS Los perros románticos Roberto Bolaño

 




AUDIO POEMAS

LOS PERROS ROMÁNTICOS


En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.

«Los perros románticos» (Acantilado, 2016)

Roberto Bolaño (1953-2003), nacido en Chile, narrador y poeta, se ha impuesto como uno de los es­critores latinoamericanos imprescindibles de nues­tro tiempo. En Anagrama se han publicado sus libros de cuentosLlamadas telefónicas, Putas asesinas y El gaucho insufrible, y las novelas La pista de hielo, Estrella distante, Amuleto, Una novelita lumpen, Monsieur Pain, Nocturno de Chile, Amberes y Los de­tectives salvajes (Premio Herralde de Novela y Premio Rómulo Gallegos): «La gran novela mexicana de su generación, expresión del de­sarraigo literario visceral de los latino­ameri­ca­nos» (J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia); «Un carpetazo histórico y genial a Rayuela de Cor­tá­zar. Una grieta que abre brechas por las que habrán de circular nuevas corrientes literarias del próximo mi­lenio» (Enrique Vila-Matas); «Una especie de ebrie­dad narrativa que nos deja abrumados, sonriendo de obnubilación o de admiración» (Fabri­­ce Gabriel, Les Inrockuptibles). Su novela póstuma, 2666, está considerada unánimemente su obra mayor: «Una gran novela de novelas, sin duda la mejor de su produc­ción» (Ana María Moix, El País); «Una novela abier­ta como Los detectives salvajes, inacabable, más que inacabable… Magistral» (Ignacio Echevarría); «El resultado es magnífico. Lo que aquí se persigue y se alcanza es la novela total, que ubica al autor de 2666 en el mismo equipo de Cervantes, Sterne, Melville, Proust, Musil y Pynchon» (Rodrigo Fresán, Qué Leer). También póstumamente se han publicado Entre paréntesis, El secreto del mal, La Universidad Des­conocida y El Tercer Reich

domingo, 24 de marzo de 2024

Orlando Van Bredam “Crímenes de aldea”

Orlando Van Bredam: “Este libro sintetiza mi forma de narrar”

Acaba de publicar “Crímenes de aldea”, unos 20 cuentos con un eje común, los asesinatos de mujeres.





Por: Paulo Ferreyra

El hilo conductor en estos cuestos narrados poéticamente deja explícito el lugar de la mujer como víctima. “Gran parte de los cuentos están basados en historias 



reales. La mujer aquí, en la literatura como en la vida real, es la víctima. Esto coincide con las estadísticas del mundo, cada diez crímenes que se cometen en el mundo, en 8 la víctima es la mujer”, expone Orlando Van Bredam. 


Aquí se encuentran textos que van desde 1984 al 2019. El escritor es de Villa San Marcial, Entre Ríos y desde hace varios años vive en El Colorado, Formosa. Cuenta que los crímenes desde siempre le han importado como tema para la literatura. “En localidades pequeñas la percepción del crimen es mucho más importante que en las grandes ciudades, porque son hechos inusuales. Por eso me impactó siempre el crimen, me impactó como posibilidad literaria, como un hecho imborrable que sacude a mucha gente y que después se pierde. A veces no pasa de ser una crónica policial sin consecuencias, aquí trabajé estas historias desde la literatura como un modo de que perdurara en la memoria”, cuenta.



“Caballero contra caballero”, “Lucrecia”, “Olor”, “El cuchillo”, “Fotos”, “Arena”, “Agujeros”, “El gran narrador”, entre otros, son los títulos en este libro de cuentos. El escritor dice que muchos de ellos habían sido publicados en diarios de Formosa, algunos en un diario de Buenos Aires como Página/12, entre otras publicaciones. 


Juan Basterra, quien dirige la colección La tierra sin mal para la editorial Contexto, de Resistencia, lo llamó para ser parte de esta compilación de autores regionales. Van Bredam encontró un hilo conductor en estos cuentos y así pensó incluso en el título: “Crímenes de aldea”.


En la vida encontramos amigos o amigas. Son personas cercanas a cualquiera de nosotros que pueden juntar las emociones o simplemente compartirlas. La literatura en ocasiones es esa persona cercana que reúne lágrimas, la desazón, las desdichas y las hace palabras. Ese acto encapsula historias o momentos de nuestras vidas que trascienden los géneros literarios.


Van Bredam nos ofrece un libro que es un compendio de varios géneros: encontramos poesía, cuento, teatro, novela corta. “Aquí están sintetizados mi modo y mi forma de narrar a lo largo de los años”, agrega. El orden en que aparecen los textos no es cronológico, sino que están pensados en función del interés de un lector imaginario. 


“No están puestos como si el autor quisiera mostrar su evolución a lo largo de los años; pensé en el lector. Pensé qué quiere leer y me pregunté qué quiero leer. La primera pregunta que hago en un taller literario es qué le gustaría leer o cómo le gustaría que fuera esa primera línea de un cuento. En definitiva, se dice que escribimos porque hay una historia que todavía no nos han contado o que no han encontrado el modo de contarla. Hay una insatisfacción como lector que es el motor para escribir. Muchas veces no escribimos, porque como lectores hemos encontrados tanta felicidad en los textos y por años no escribimos. A mí me pasa”, aclara. 


A lo largo de los años Van Bredam ha publicado libros de poesía, cuentos y novelas. Algunos de sus títulos son “Los cielos diferentes”, “Colgado de los tobillos”, “Teoría del desamparo”, “La música en que flotamos”, “Rincón Bomba”, “Lectura de una matanza”, “No mirés nunca debajo de mi cama”, entre otros títulos. 


Algo que atraviesa toda su obra es la búsqueda de la palabra. Hay oraciones que fulguran en este “Crímenes de Aldea”. Como lector me quedaba ahí, en esas oraciones. Ante esta observación al escritor se le adivina una sonrisa detrás del teléfono: “Esa es la idea. Escribo prosa, pero en realidad mi pasión es la poesía. Muchos poetas terminaron siendo grandes narradores. William Faulkner decía que empezó a escribir poesía; cuando vio que no tenía lectores, escribió cuentos. Cuando fracasó con los cuentos, escribió novelas. Faulkner es un poeta que escribe novelas. No hay grandes novelas si no hay un gran poeta detrás”. 


La charla se abre con algunos detalles sobre historias particulares de este libro. Sin embargo es importante destacar la búsqueda y el afán por hacer literatura. No se aparta ni por un segundo de esa otra pasión que tiene en la vida que es la docencia. Así, explica la diferencia entre buena literatura y el best seller: “Leer buenas novelas te deleita, el interés está puesto en la construcción de esa prosa, más que por saber cómo termina la historia. En el best seller la historia se apura para generar una emoción final. En cambio, a un gran prosista se lo disfruta todo el tiempo. No sé si logro hacer eso, pero es mi afán. No quiero contar una historia como si fuera un hecho policial más, sino que mi afán es literario, es la justificación de estar haciendo literatura”.


Fuente:

Texto íntegro desde :https://www.diarionorte.com/202295-orlando-van-bredam-este-libro-sintetiza-mi-forma-de-narrar

Luces y Sombras Orlando Van Bredam

 

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